jueves, 27 de diciembre de 2012

Del caballo de Muybridge al pony de Bilbo



     La persistencia retiniana es el fenómeno por el cual el ojo deja de percibir las imágenes como independientes y les da una fluidez, lo que crea el movimiento, que a su vez forma la mecánica básica del cine, y esto es así desde que este se creó a finales del siglo XVIII, por mucha tecnología que haya ahora, la magia que sigue creando el cine sigue siendo este fallo físico humano, al igual que otro fallo posibilita el 3D, pero eso es otra historia.
     Según Plateau, el precursor de este descubrimiento, son necesarias diez imágenes por segundo para crear este efecto, pero, ya en los inicios del cine se usaban entre doce y dieciséis fotogramas por segundo (también llamados más apropiadamente frames), esto, aparte del cine, tuvo sus usos científicos, como fue el caso del caballo de Muybrige, cuyo propósito ni más ni menos era saber si las patas de un caballo se mantenían todas en el aire en algún momento del galope, fijo que alguno de ustedes sigue pensando que no.
Pero esta cadencia no es suficiente para crear una fluidez natural en el movimiento, de hecho todas las películas de principios del XIX nos dan esa sensación de cámara rápida.
     No fue hasta el final de la etapa muda entorno a 1930 cuando se pasó a los actuales veinticuatro fotogramas por segundo, veinticinco en el caso la televisión, pero eso ya tiene más que ver por la transmisión eléctrica y es una cosa aburrida que, espero, no tengáis que aprender nunca.
Como podéis ver la hegemonía de este mecanismo no se ha visto perturbada hasta la aparición de "El Hobbit" que ha propuesto pasar al doble de cadencia de imágenes, es decir, a cuarenta y ocho fotogramas por segundo, aunque esto, en el mundo del videojuego no es nada nuevo, ya que algunos van a más de cien fotogramas por segundo, pero al ser imagen digital, es otra cosa.
     A quién pueda quedarle dudas este nuevo avance yo le animo a probarlo, hay diferencias, y la textura de imagen que había con veinticuatro fps se pierde, pero para películas de este tipo donde premia la espectacularidad y se hace una oda a los movimientos de cámara y a la épica, los cuarenta y ocho fotogramas por segundo ofrecen un auténtico lavado de cara al cine y, creo que no me confundo afirmando que esto ha llegado y se va a quedar aquí, aunque exige unos minutos iniciales a nuestros ojos para acostumbrarse, qué menos, ¡llevamos casi un siglo viendo cine de la misma forma!

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