miércoles, 14 de diciembre de 2011

Vivir y Morir en Zamora

Hace mucho que no escribo nada, por que el poco del que dispongo lo estoy inviertiendo en escribir una novela sobre Zamora con técnicas tarantinescas, esto es, mezclar historias que suceden en el mismo espacio cronológico, pero además irán entremezcladas otras que no aportarán nada a los ejes centrales de las historias.
Tendrá una extensión de unas 200 pags, y si no es editada aquí en Zamora la pondré a la venta de forma online.
La historia cuenta como se vive el día de Domingo de Ramos en la capital, desde que la ciudad amanece hasta que se acuesta.
Os dejó algunos fragmentos:


7:05 Casa del Obispo.

Gregorio se levanta con pesadez, como cualquier ser humano a esas horas. Coge de su pequeña mesita sus gafas y por fin logra ver el Mundo con nitidez. Sonríe, hoy es un día feliz para él, será de los pocos días que vea la Catedral llena de gente engalanada a más no poder. Hoy es Domingo de Palmas.


8:20 Calle Dornajo.

Era domingo y además vacaciones, por lo que, cuando aún sus padres dormitaban, Hugo aprovechó para levantarse y encender el televisor. Hasta que encontró su canal de dibujos vio dos tanques explotar, un tiroteo, dos mujeres tirándose de los pelos y una teta. Eran tan sólo las 8:20 de la mañana.

11:39 Callejón del Polvorín

Manolo y Juan terminan la primera mano de la fachada, enganchan las poleas del ascensor y a golpe de manivela ascienden al tercer piso, para dar la siguiente capa. Mientras esperan a que se seque lo anterior, almuerzan con la bonita panorámica del río Duero:
            -¿Cuántas fachadas habremos pintado con la ayuda de Lolo? –preguntó Juan haciendo referencia al ascensor.
            -Ni idea, creo que siempre he pintado con él, así que habría que irlo jubilando.
            -Si, pues como no quieras comprar otro con el dinero de tu jubilación, no sé yo.
            -Lo que si habría que hacer es cambiarle las cuerdas –dice Manolo agarrando la soga tensa-, que no están mal, pero así nos sería más fácil manejarlo, que ya vamos para viejos.
            -Come y calla, que como no nos demos brío no llegamos a ver la procesión ni de flai, como dice mi nieto.

13:18 Calle sin nombre de las Llamas

            -Tú debes ser Isra, ¿no? –preguntó Mantis cuando le abrieron la puerta de la destartalada casa.
            -Sí.
            -Entonces, por deducción, el de detrás de ti es Rubén.
            -Sí Mantis.
            -De acuerdo, ¿dónde está la chica? –preguntó Mantis mientras se introducía un habano en la boca, lo que les permitió ver un gran anillo de oro.
            -Ahí atrás, en una sala pequeña –respondió rápidamente Rubén.
            -No nos vale, ¿tenéis un sótano o algo similar? –preguntó Mantis rascándose la frente mientras entraba dentro de la casa.
            -Sí, abajo, es pequeño, unos veinte metros cuadrados.
            -Bastará. Ahora escuchadme: me tenéis que traer cloroformo, utensilios con los que amordazar, un soplete, y algún material punzante, el resto ya lo pongo yo… Traedme también un conector de minijack a minijack, que se me ha olvidado. ¡Venga, rápido! –y dio unas palmadas.
            -Por favor. Payo, las cosas se piden por favor.
            -¡Oye! me habéis llamado porque teníais un problema y yo soy el que mejor resuelve estos putos problemas en la ciudad. Cuando salí de casa ya había unos cuantos enganchados online, por lo que como no nos demos prisa, podemos perder miles de euros, por no hablar que es más fácil que nos trice alguien. Perdonad si he sido brusco, pero el tiempo es oro.
            -No pasa ná, es que no soporto que nadie me dé órdenes.
            -Si podemos empezar el show después de comer y alargar la vida de la zorra que tenéis ahí dentro hasta la noche, podemos sacar alegremente setenta mil euros.
            -¡Que de puta madre!- exclamó Rubén.
            -Tranquilo, no nos chupemos las pollas todavía. Quiero tener todo antes de las dos aquí. Y recordad, si me falláis o metéis la gamba, os comeré la cabeza con una cuchara sopera. Que me llamen Mantis no es una casualidad –dijo con soberbia mientras les lanzaba una gran bocanada de su puro-. ¡Ah! Y me ha parecido oler a vino, así que antes de nada, traedme una buena copa para ir entrando en calor.
            -¿Y tú que vas a hacer mientras?
            -Le haré unas fotos a vuestra amiga,  para que se vaya animando la gente en Internet.

Ya me diréis que os parece. Un saludo.