lunes, 31 de enero de 2011

Puede ser mi gran noche




Con esto de la escritura visceral, me ha entrado el gusanillo de probar suerte, y dado que tengo que escribir un relato sobre San Valentín para un concurso, creo que es la ocasión perfecta; veamos que sale.


Me tuvo que salir santa mi novia; yo, un tío ateo hasta el tuetano me tuve que juntar con una meapilas, pero que se le va a hacer, en el fondo y la quiero y, en definitiva, mientras la chupe, no es problema, ni santa tampoco.
A raíz de esto, la tía siempre anda hablando de los mártires: que si son el ejemplo de la bondad, que si a ella le hubiera gustado ser una defensora del cristianismo en sus inicios... memeces. Es entonces, cuando empieza a hablar de estas cosas más de medio minuto, el momento en que desconecto mis oídos, no sin balbucir algo cada cierto tiempo, ¡no me vaya a quedar sin mi ración diaria!
Como es de suponer, sus padres son unos fachas de cojones y, durante las comidas, me rechinan los dientes cuando sueltan alguna frase del tipo ¡esto con Franco no pasaba! Mira que es gilipollas mi suegro, pero más lo es mi suegra, que no se da cuenta que gracias a su ideología se pasa barriendo y fregando todo el puto día.
Aunque parezca que tengo una vida que no me pertenece, tengo mi vía de escape: mi novela, que se titula "Catorce". En ella cuento la vida de un asesino en serie que cada año mata a una chica el catorce de Febrero, no sin antes haber follado con ella. Su seña de identidad es una caja de bombones; también se me ocurrió una carta del jocker, pero al parecer la idea ya está cogida.
La novela en sí está acabada, pero ninguna editorial la quiere, y no por que esté mal escrita, si no porque dicen que no parece creíble, que los asesinatos son infantiles y más falsos que una peli mala de serie B.
Así pues la he dejado aparcada cuanto tiempo he podido, pero esta vida que me atrapa me obliga a volver al teclado para evardirme, pero sin éxito; me estoy empezando a cabrear. Además, mi trabajo rutinario y soso me ocupa la mayoría del día yno ayuda, por lo que mi tiempo para escribir es exiguo, ínfimo, mínimo.
Las Navidades pasan para mí sin más, aunque bueno, mi novia se ha estirao y me ha comprado lo último de Rammstein. Yo me he sentido obligado a comprarle alguna cosilla también, poca cosa, esto del consumismo en la fiesta de Saturnalia no me convence una mierda.
Pasan los días y las palabras siguen sin fluír por mí, el cuchillo de mi asesino sigue siendo de mantequilla, y sus presas, aunque mueren, no gritan de horror, sino que se rien de tener un final tan penoso. Hay que poner solución al asunto.
Y por fin llegó mi fiesta favorita: San Valentín.... que me hace recordar mi trabajo incompleto, ya que mi novela, en definitiva, no es más que una crítica al consumismo galopante que sufre el mundo moderno en estos tiempos; pero como no consiga que salga a la luz, todo mi empeño será en vano. Que se le va a hacer, le tendré que hacer a mi novia su regalo más preciado. Todo sea por el arte.
De camino a su casa, paquete bajo el brazo compro una caja de bombones.
Cuando me abre la puerta y coje ilusionada la caja de colesterol, un sonido que debería ser estruendoso es apagado por el silenciador. Mi novia cae en el suelo a plomo; los pequeños pedazos de chocolate se desparraman por el parqué, algunos incluso sanguinolientos. De fondo suena: puede ser mi gran noche, de Rafael, quizás sirva para la novela.

Me detienen, pero ya he conseguido la inspiración que quería, y ella, al final, será mártir.

Soy feliz.

domingo, 30 de enero de 2011

Viscerales (ediciones del viento)





Ayer asistí a la presentación de la antología Viscerales en un local algo inusual para este tipo de menesteres: El Avalon.
Sé, por mi antiguo profesor de Lengua y Literatura, Anacor, que este bar antes servía a poetas y demás literatos para leer en público sus creaciones pero, un servidor, desde que visita este oscuro local, solo ha visto a pequeños grupos de música mostrando allí sus canciones, de ahí que la presentación de la obra allí me pareciera extraña.
Pero fue cuando Mario Crespo comenzó a hablar cuando me dí cuenta de que esta antología visceral sólo podía ser presentada en un lugar tan íntimo y en tinieblas como el Avalon.
No sabía apenas nada de "Viscerales" antes de ir a la presentación, por la sencilla razón de que quería que me sorprendiera, y vaya que si lo hizo.

Volviendo a lo anterior, creo que el Avalon creó una atmósfera perfecta para que las voces de Mario, José Ángel Barrueco, David Refollo y David González atraparan a los que allí estábamos y no nos soltaran a lo largo de la velada, que a mi se me antojó corta (pero intensa).

Una de las peculiaridades de esta antología y a decir verdad la más importante, es la esencia que une sus textos, que no es ni más ni menos que la ira, la mordacidad, el sufrimiento... las vísceras del ser humano al fin y al cabo.

Los antes citados han contribuido de varias formas a la creación de esta obra:

-Mario Crespo: coordinador de la creación y escritor de un más que sincero prólogo. Ha dirigido dos cortos (Odio y Sin título), ha colaborado en La Opinión, ha publicado la novela LS6 y ha colaborado en unas cuantas antologías. Aquí os dejo su blog: http://mariocrespo.blogspot.com/

-José Ángel Barrueco: coordinador también de la obra y escritor del epílogo, en el que se nos cuenta cómo surgió la idea de crear "Viscerales" (algo de culpa tuvo la más que querida por Zamora y recién desaparecida Ana Franco). Barrueco es conocido en Zamora por haber sido un habitual hasta hace relativamente poco en la Opinión (Ahora nos sigue deleitando con sus columnas en "El Adelanto"). También hay que mentar sus novelas "Recuerdo de un cine de barrio", "Monólogo de un canalla" y "te escribiré una novela". Se ha aventurado también en la escritura de teatro con "Vengo de matar a un hombre" y así con un sinfín de cosas más. No obstante aquí os dejo el link de su página en Wikipedia para que podáis ver todas sus cosas a fondo. http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_%C3%81ngel_Barrueco

-David Refoyo: ha contribuido a este compendio con su relato anticonsumista "Casadas con Hollywood". Ha sacado a la venta hace pocos meses la novela titulada "25 centímetros" (piensa mal y acertarás). Ha contribuído en varios cortometrajes, antologías y demás publicaciones. Aquí os dejo su blog: http://perdicioncity.blogspot.com/

-David González: dentro de esta antología visceral se encuentra su relato (algo mustio pero sincero) París. Fuera de esto su trayectoria es inmensa, y aquí sólo os señalaré lo que me ha parecido más relevante: ha sido el representante de España en el primer Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo, República Dominicana (26 a 29 de Abril, 2007); a parte de esto ha escrito catorce libros de poesías, ha participado en catorce antologías etc etc... vamos, lo que se dice aprovechar bien la vida. Aquí os dejo su página web para quién le pique la curiosidad sobre este chico. http://www.davidgonzalezpoeta.com/davidantologias.htm



Pero Viscerales no son tan sólo estas cuatro personas. Viscerales incluye a otros 36
hombres y mujeres que nos muestran a lo largo de más de doscientas páginas la sinceridad y la crueldad de la vida sin tapujos ni remilgos...¡Con dos cojones, es decir!

Estos "elegidos" que ha compuesto la primera unión de textos viscerales de España son:

Mario Crespo
Enrique Vila-Matas
Déborah Vukusic
Tomás Sánchez
Carlos Salem
Lucía Fraga
Alberto Haj-Saleh
Carlos Herrero
Patxi Izurzun
Marcelo Luján
Adriana Bañares
Gsús Bonilla
Daniel Ruíz García
David Murders
Joaquín Piqueras
Francesco Spinoglio
María Couceiro
Julio Valdeón Blanco
Sonia Fides
José Manuel Vara
Roxana Popelka
Manuel Vilas
Jorge Espina
Brenda Ascoz
David Refoyo
Safrika
Iñaki Echarte Vidarte
Alejandra Zina
Esteban Gutiérrez Gómez
David González
Ana Pérez Cañamares
Javier Esteban
Estelle Talavera Baudet
Alfonso Xen Rabanal
Inma Luna
Karmelo C.Iribarren
Javier Das
Vicente Muñoz Álvarez
Marta Fernández La Bohe
Kutxi Romero
Montero Glez
José Ángel Barrueco



Y aunque la lista parezca extensa, en realidad se ha hecho corta, o muy corta, pues como me comentó ayer José Ángel, mucha gente ha tenido que quedar fuera, incluso amigos, decisiones que a mi modo de ver (y al suyo también supongo), son difíciles.

En definitiva, Viscerales es una antología hecha para todo aquel que quiera y tenga la valía de darse de frente con el día a día, de no huir a los problemas; está hecho para gente, en definitiva, Visceral; y todo ello escrito de muy buenas formas y con variados estilos.


Tened en cuenta pues que:
"Si la vida fuera bonita, es decir, un camino de rosas, naceríamos muriendo y moriríamos naciendo".



A través de este link podréis conseguir esta antología por el módico precio de 18 euros, que, dado su contenido, se quedan cortos: http://www.edicionesdelviento.es/viento_libro.php?id=134

jueves, 20 de enero de 2011

La sonrisa de Mona Lisa

Todo tiene un principio supongo, y se podría decir que mi camino literario comienza con este relato, ya que es con el primero que recibo una distinción (aunque tan sólo sea finalista). Gracias a este concurso de Civilia he podido ver algo mío publicado antes de los 20 años (un objetivo personal). Aquí os dejo el susodicho relato (algo largo para una entrada de blog):


"Si añades un poco a lo poco y lo haces así con frecuencia, pronto llegará a ser mucho -Hesíodo-

He de decir que esperaba mi cumpleaños con la misma impaciencia que todos los años; aunque este ya soplaba la increíble cifra de diez velas, la incertidumbre de lo que contenían los paquetes era un subidón de adrenalina para cualquiera. Pero aquel día fue algo descafeinado, ya que, como venía siendo normal desde hacía algunos meses, mis padres se pasaron todo el día discutiendo por cosas absurdas, o, al menos, a mi juicio, no es normal discutir cinco minutos sobre cómo se deben colocar los platos en el lavavajillas.
Yo, al cabo de un rato, decidí pasar del asunto y me metí en mi habitación, había intentado hablar con ambos, pero es de esos casos en que en vez de tener un hijo se creen que tienen un mueble. Tiré a la papelera todos los papeles de regalo. Había gente a la que le gustaba guardarlo, pero yo no soy alguien superficial, me importa más el interior. Mi regalo preferido de aquel año había sido un puzzle de mil piezas que me había regalado mi tía Tere. Desde pequeño me habían gustado los puzzles, antes eran más infantiles y pequeños, pero cada vez eran más grandes. Este año, en concreto, me había regalado un puzzle del cuadro de la Gioconda, un cuadro que decían que era muy misterioso pero que a mí no me llamaba especialmente la atención, es más, en algunos aspectos aquella mujer me parecía un hombre.
Me quedé embobado mirando a los pequeños y múltiples pegotes de gotelé que llenaban la pared, quizá calculando donde colocaría el nuevo puzzle cuando lo hubiera concluido, aunque, a decir verdad, no eran muchos los huecos que quedaban en la habitación sin un puzzle. Los había de Disney, de paisajes, monumentos… ahora también formaría parte de mi pared un cuadro del tal Da Vinci.
Quería empezar esa misma noche a hacer el puzzle, pero mis padres estaban utilizando el estudio para sus discusiones. Podía intentar ponerme a ello, pero seguro que pagaría los platos rotos sin haber hecho nada. Así que cerré mi puerta y me acosté. Me dormí teniendo como música de fondo los gritos de los perfectos papás.
A la mañana siguiente me levanté temprano para ver mi serie de dibujos animados preferida pero, para mi sorpresa, esa mañana mi padre estaba durmiendo en el sofá del salón. No sin cierto cabreo me volví a la cama y me puse a escuchar algo de música.
Después de comer, cogí el puzzle bajo mi hombro y me encaminé hacia el estudio, en el cual había una gran mesa que utilizaba para hacer puzzles. Esa mesa también la utilizaba mi padre, Carlos, para dibujar sus proyectos, pero desde que lo habían despedido no la utilizaba.
El paro era uno de los temas que más se repetía en las discusiones de mis padres, y la verdad, no entiendo el porqué; él no tenía culpa de que lo hubieran echado. Mi madre utilizaba muchas veces la palabra secretaria, era entonces cuando se cabreaba más mi padre. Pero bueno, eso no es lo importante ahora, si no… ¡Encontrar los bordes! Aquel puzzle era bastante complicado, porque aunque era más pequeño que otros… los colores eran todos muy parecidos.
Estaba en mitad de mi hazaña cuando irrumpieron en la habitación mis padres con estrépito. A mi madre, Sara, le corrían unas tímidas lágrimas por la cara, mi padre entró detrás armado con dos cojines rosas. Comenzaron a discutir sobre Noelia.
Noelia iba a ser mi hermana, puesto que mi madre llevaba dos meses embarazada. Ella decía que quería abortar porque decía que no tenían dinero para tener otro hijo, mientras que mi padre decía que no, que lo de su trabajo era temporal, que pronto encontraría trabajo y que él, cuando decidieron tener otro hijo, no contaba con que lo fueran a despedir.
De hecho, el estudio se había ido transformando en una habitación con las paredes color pastel y estaba semi inundada de conejitos de peluche, pero en cuanto mi padre fue despedido el proceso se detuvo y a medida que la actividad en la habitación disminuía aumentaban los gritos y los reproches.
Me echaron de allí con la frase típica de: “Alejandro, vete de aquí, esto son cosas de mayores”. Tras un portazo, siguieron con lo suyo. Me fui al salón a ver la tele, pero a los diez minutos mis padres cambiaron de ring y me echaron de allí también. Me sentía frustrado y esa frustración hacía que ninguna pieza me encajara. Odiaba que mis padres discutieran, sobre todo cuando nombraban la palabra separación o divorcio. Tenía amigos con esos problemas y no quería convertirme en una pelota que cambiara de tejado cada fin de semana.
Al día siguiente, tras llegar del colegio, me puse con el puzzle. Mi padre estaba haciendo la comida, para que cuando llegara mi madre hubiera un motivo menos de discusión. En esas estábamos, cuando vino al estudio. Hablamos de todo un poco, incluso de chicas, algo que intenté evitar por todos los medios, aún era joven para pensar en esas cosas, más bien me deba vergüenza. Justamente cuando enlacé una esquina del puzzle con otras dos piezas, se me ocurrió que mi padre podría llevar a mamá al cine como hacían antes, para ver si así se calmaban las cosas. A papá le pareció bien.
Seguí enlazando bordes, y a la llegada de mi madre llevaba casi un lateral completo. Mi padre le dijo lo del cine y ella dijo que no, que no estaban para perder dinero; empezaron a discutir. Me cabreé muchísimo con mi madre, tanto, que cogí mi cerdito, que, tras el cumpleaños, estaba repleto de monedas y lo rompí delante de ella como diciendo: “ahí tienes dinero”. Tras eso, ambos se empezaron a reír, algo que también me cabreó por que no le veía la gracia al asunto. Tras eso mi madre limpió los restos de mi hucha y aceptó ir al cine. Bueno, algo iba bien por fin.
Para mi suerte, me dejaron solo en casa, era la primera vez que lo hacían. Como no tenía a nadie vigilándome todo el rato, dejé de lado el puzzle, que total, por un rato no pasaba nada, y me puse a ver la tele, que en ese instante daban un programa de esos que decían tacos que mis padres no me dejaban ver, pero que yo encontraba graciosísimo.
Por desgracia, mis padres volvieron otra vez de morros, porque, fijaos que casualidad, la peli trataba de una historia parecida a la suya, y ello había hecho que cada uno empezara a defender su postura, y claro, burros eran los dos, así que ninguno cedía. Siguieron así el resto del día, y al llegar el anochecer, enrollé lo que llevaba hecho de mi nuevo entretenimiento en un porta-puzzles e hice mi mini maleta, acto seguido le exigí a mi padre que me llevara a casa de mi abuela. Estaba harto de escuchar gritos y portazos, y, aunque si me iba a casa de la yaya me iba a hacer comer garbanzos y puré de cosas raras, era un precio que estaba dispuesto a pagar. Como mi padre no tenía ganas de discutir más, y en verdad, no era bueno que estuviera allí en esos momentos, decidió, con el consentimiento de lo que él llamaba ahora “la víbora”, llevarme a casa de abuela Carmina.
Era una gozada estar en casa de la abuela, tan calentita y tranquila… bueno, a veces era tan tranquila que deseabas que ocurriera algo porque tanta tranquilidad podía aburrir. Ella solía estar la mayoría del día sentada frente a la tele, haciendo punto de cruz (ayudada por sus gafas de media luna); mientras veía esos programas de cotilleos que a mí me daban mucho asco, porque no le veía ningún sentido a lo que se hablaba en ellos… con lo entretenido que era ver dibujos animados o documentales de leones y tiburones. La principal pega de aquello, era que siempre era la dueña del mando a distancia, así que solo podía ver lo que quería cuando se quedaba dormida. Mientras tanto yo, ajeno a la telebasura, me senté en la camilla, al calor del brasero, y seguí con mi puzzle. En aquella tarde, terminé de hacer los bordes, con lo cual ya podía empezar con el interior. Decidí hacerlo de abajo a arriba. En este caso era más difícil, ya que la parte inferior era casi del mismo color, pero, como el tiempo en casa de la yaya sobraba, no importaba perderlo.
Al quinto día de mi llegada a la casa de la abuela, ya había completado casi un cuarto del puzzle, y las manos de aquella señora, o señor, que aún tengo mis dudas, ya estaban hechas. Justo cuando puse la última pieza de las manos, llamó mi padre para decir que venía a buscarme, que, al parecer, las cosas se habían calmado.
Llegué de nuevo a mi casa y fui a dejar a la Gioconda a su respectivo sitio. Cuál fue mi sorpresa cuando vi que la mesa de estudio estaba lleno de enormes hojas repletas de rayas y números. Mi madre me dijo que papá había encontrado trabajo en una empresa de construcciones industriales, me explicó varias cosas sobre su trabajo que no entendí, pero, el caso, es que papá había encontrado trabajo y, por tanto, la felicidad parecía volver a casa.
A raíz de esto, volví a dejar descuidado mi particular proyecto, y me entretuve junto con mi madre en la decoración de la habitación de mi hermana. Según pasaban los días yo la veía más seria y triste, y no comprendía el porqué. Le pregunté varias veces por ello, pero me dijo que no la iba a entender, o cosas parecidas, así que desistí: al finalizar la semana, comenzaron, de nuevo, las riñas.
Para mí aquello era frustrante, yo con mis amigos no discutía por nada, y si teníamos alguna riña, con un piedra papel o tijera para repartir las suertes estaba solucionado, pero ellos parecía que aquel simple juego lo transformaban en acusaciones y miradas asesinas como las de las pelis.
Además de eso, me frustraba el no poder hacer nada, porque siempre que intentaba ayudar, me cerraban la puerta o me echaban de donde estuvieran, me estaban empezando a cansar, sobre todo cuando volvieron a sacar el tema de la separación. Aquella noche tuve pesadillas, soñé con que me convertía en el chico de “Este niño es un demonio” y que no tenía padres y estaba en un orfanato con monjas que me hacían comer alcachofas todos los días y el resto de niños no me hablaban y me daban collejas.
Mi pesadilla siguió por la mañana, ya que, sobre la mesa, vi unos papeles que hablaban de trámites de separación. Al principio pensé que aún estaba soñando, pero cuando mis padres me llamaron para explicarme lo que pasaba, me di cuenta de que aquello era muy real.
Me encerré durante días en mi cuarto, y me dediqué sólo y enteramente al puzzle, que se fue completando rápidamente, debido a que mi cabeza se quería evadir de cualquier otro pensamiento. Solo salía para comer, ir a clase y hacer mis necesidades, la tele la había dejado de lado también.
Para mi sorpresa y agrado, a la semana de mi auto-encarcelamiento, comprobé que las conversaciones de mis padres eran más fluidas y amistosas. Los proyectos de mi padre estaban causando muy buena impresión en la empresa y ello hacía que estuviera más feliz, y con ello mi madre y con ello, yo.
Aquello me daba las esperanzas de que aquellos papeles no se firmaran nunca, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Aquella tarde vi una película en la que un matrimonio se iba de vacaciones a una isla para arreglar sus problemas. No le di mucha importancia a aquello hasta que al día siguiente, en el buzón de la publicidad vi un panfleto que anunciaba viajes a hermosas islas. En ese momento se me encendió la chispa y vi en ese viaje una solución. Dejé el papel en la mesa del salón y me senté en el sofá para comprobar los resultados. La primera en llegar del trabajo fue mi madre, que, tras dedicarle un par de segundos al papel, lo tiró, para mi desgracia, a la basura. En cuanto el camino quedó de nuevo libre fui a por el papel y lo dejé de nuevo a la vista. Al llegar mi padre, dejó las llaves en la mesa, y cogió el panfleto: se le iluminó la cara. Llamó a mi madre y le dijo que si había sido idea suya, a lo que respondió que ella lo había tirado a la basura. Después, simultáneamente, me miraron ambos, y yo me puse rojo, pero estaba feliz, parecía ser que mi plan podía funcionar.
De nuevo, cogí el petate y me fui a casa de la señora Carmina, pero mucho más feliz que la anterior vez. Bajo mi brazo llevaba uno de los cuadros más famosos del mundo, que ya estaba tocando a su fin, ya que solo quedaba un poco del paisaje y la cara de aquella, llamémoslo persona.
Para acelerar el proceso, mi abuela dejó una tarde de lado el punto de cruz y me ayudó con la construcción, aunque como estaba más pendiente de la tele que del puzzle, muchas veces tenía en la mano las fichas que me hacían falta a mí.
A la vuelta del viaje, a mis padres se les veía mucho más felices, e incluso las ojeras que se les habían ido formando durante todo ese tiempo se habían atenuado.
Llegamos a casa, y, a media tarde, mientras mi puzzle ya agonizaba, ambos se pusieron a hacerlo conmigo. Siempre hacían lo mismo: cuando era más difícil no me ayudaban, porque según ellos “fomentaban mi crecimiento intelectual”, pero cuando quedaban apenas cien piezas bien que venían.
Todo iba de perlas hasta que llegamos a la extraña sonrisa de aquella persona… ¡Se había perdido una pieza!, buscamos por toda la casa en busca de ella, pero no había forma.
Tras media hora de búsqueda, mi padre encontró la dichosa pieza debajo de todos los papelajos de la mesa de proyectos, que seguro que quedó allí cuando me quitó el puzzle de allí para comenzar de nuevo a trabajar. El chulo de él quería poner la última pieza, pero se la arrebaté, yo había puesto más de novecientas piezas de aquella obra de arte, creo que tenía todo el derecho a colocar la última pieza.
Al finalizar, mis padres me contaron que su luna de miel fue en París y que fueron a visitar el cuadro al museo del Lúbre (no se si se escribe así). Tras la historia, partieron delante de mí los papeles de la separación y di saltos de alegría a la vez que a mis padres se les soltaba alguna lágrima, seguro que pensando como habían llegado a aquella situación de una forma tan estúpida. Después me quedé mirando aquella última pieza, que completaba aquella mística sonrisa, y, sin querer, aquella media sonrisa se me contagió, y entonces comprendí, que al igual que un puzzle, la vida necesita paciencia, y si la dejas de lado, las consecuencias pueden ser nefastas. Para la siguiente discusión ya sabía que hacer: realizar otro Puzzle.

martes, 18 de enero de 2011

De dioses y hombres





Austeridad, eso es lo que se respira en la sala de cine, y no el olor a palomitas del de al lado. De Dioses y hombres es una película que empieza con la cabeza baja y se va con una cabeza baja, pero no en una posición sumisa ni mucho menos, sino resignada, al igual que la historia que nos cuenta con bastante acierto.
La trama, enclavada a finales del pasado siglo (hace dos días), nos transporta a la vida que llevan con gran alegría ocho monjes en las montañas de Magreb, con el asombroso añadido de que comparten su vida en total armonía con el pueblo musulmán, y, es más, contertulian con ellos sin mayores miramientos.
Como bien he dicho al comienzo, en esta película su mayor virtud es la austeridad, que retrata a la perfección el silencio del monasterio con la (casi total) ausencia de banda sonora, todo un acierto. En el transcurso del film tan sólo oiremos algún canto gregoriano que otro y un fragmento de "El Lago de los Cisnes" en pleno cisma de la película.
Pero a veces esta austeridad rompe la narración de la película, ya que hay demasiados planos fijos que superan con facilidad los dos minutos de duración y, por añadidura, la mayoría son durante las homilias, cosa que creo que se podría haber solucinado con alguna panorámica o plano detalle, que podrían haber acercado más al expectador a la historia.
Y hablando de la relación historia-expectadores, decir que el que se encuentra sentado en la butaca se verá progresivamente introducido en la pantalla, ya que según pasan los minutos comienzan a haber más planos que sugieren que el espectador es un monje más.
Los actores, en su mayoría ya bien creciditos, bordan las actuaciones, pero aquí se podría destacar la labor de Lambert Wilson (que desempeña un papel con similitudes al ejercido en Matrix revolutions como "el francés"), Michael Lonsdale y Philippe Laudenbach, y tampoco olvidar el trabajo de Jacques Herlin (gracioso), que le da esa chispa humorística que hace más agradable este drama. De puertas para afuera se podría decir que los personajes pierden fuerza y son más planos, pues ni tan siquiera el malo de la película se logra imponer´.
Salvando el anterior apunte de los planos fijos que eternizan algunos momentos, el resto de la película esta bien narrado por Xavier beauvois, que, por lo general cuenta una historia con un ritmo medio-lento. Esto no es un fallo ni mucho menos, ya que a este tipo de películas no le puedes insuflar mayor velocidad pues perdería todo el encanto que tiene.
En cuanto al tratamiento de la imagen no resaltar nada, aunque a veces Caroline Champetier muestra una imagen tan desvaída que casi se distorsiona.

En definitiva, nos encontramos ante la representación de una historia real que nos puede llegar a emocionar y que nos hace ver que la amistad puede surgir en las situaciones más extrañas.


¡Viva el cine independiente! (esto sólo para mi admirador secreto)

viernes, 7 de enero de 2011

Querido Anónimo

Observo desde hace unos meses que todos mis post tienen una etiqueta de pésimo. No es que me desagrade, me baje la moral ni mucho menos, la pasión por escribir que tengo no se baja con este tipo de cosas; pero a lo que voy. Creo que para criticar con cierto criterio hay que ir con la cara por delante, ya que para discutir, las dos personas tienen que conocerse, o por lo menos, en este mundo cibernético que nos ocupa, saber el nombre.

Asi que querido/s anónimo/s os invito a que cuando me pongais una etiqueta negativa o un comentario desagradable firméis con vuestro nombre real y decidme si me conoceis de algo o no, os lo aredecería gratamente, además de que me tomaría vuestras burlas en serio (cosa que hasta ahora no).

Un saludo amigos!


P.D: No estudio para cine, eso no existe.

martes, 4 de enero de 2011

A Serbian film... o como querer que una película se te olvide




Se podría decir que amo el cine, es una relación que siempre va bien y que pocas veces me hace enfadar, pero si me dijeran que el cine en general va a tomar el rumbo de esta película, pediría el divorcio ipso facto.
Lo más gracioso es que durante toda la película se nos repite que se está haciendo arte, y la única forma de convertir en arte este film sería quemándolo, asi al menos nos calentabamos las manos, que para eso estamos en invierno.
Y antes de ponerme a desglosar la película y decir los motivos por los cuales para mí está en los infiernos de los infiernos, decir que el tema que trata NO es malo ni está enfocado desde un mal punto, pero sí todo lo demás.
Está muy bien querer enseñar al resto del Mundo la supuesta decadencia de tu país, recientemente hemos visto en Biutiful y la trilogía Millenium como se puede degradar la imagen de una ciudad, de un país; pero ni juntando la saga Saw y las dos partes de Hostel se llega al grado de brutalidad e inhumanidad de "a Serbian film".
Asumo que he visto esta película por mera curiosidad, y de una forma ilegal, ya que con total seguridad no podría verla en el cine (y a un niño cuando no le dan un caramelo lo roba, UNICAMENTE en este caso). Dicho impedimento venía dado por la censura, algo que, en este caso está más que justificado. Si alguien quiere ver una mezcla entre Saw extremo y una peli de Nacho Vidal, que vaya a salas X, y que las cintas normales se queden en salas normales, por favor.
Curiosamente esta caja de Pandora de las atrocidades ha ganado recientemente un premio del público en San Sebastián debido a que no se proyectó, pero espero que en caso de haberse proyectado, la elección fuera otra, porque sino tendría miedo.
Volviendo a lo anterior dicho, no culpo al director Srdjan Spasojevic por escoger este tema sino por haberlo mostrado de esta forma, ya que aunque encontramos con una trama bien escogida y que cuenta con un equipo técnico más que loable, por no hablar de los actores, que menudos **** han tenido para adentrarse en esto (no se muy bien que pensar de ellos), el resultado no es nada satisfactorio ni para el alma ni para el estómago.
En otro orden de cosas, tanto la imagen como la música están bien cuidadas y le da a toda la película la sensación de cañería atascada que busca, aunque en ciertos momentos se convierta en un dolor de barriga nauseabundo debido a ciertos ángulos de cámara que nos presentan en primerísimos planos unas tomas violentas y sexuales como nunca se habían visto en el cine (ni tan siquiera en el porno), y apuesto a que si quitásemos los veinte minutos de sufrimiento gratuíto que se nos ofrece, quedaría una película de noventa minutos que a un servidor le habría encantado, pero de esta forma se me hace repulsivo hasta el final.

Podría concluir con un resumen, pero creo que es innecesario debido a lo ya expuesto. No recomiendo verla si sois de estómago débil, y aunque sí pienso que es necesario verla para experimentar sensaciones nuevas en cine (que no morbo, por favor), afirmo que es de las que sólo se ven una vez, y que no se nos cuenta más que el descenso (más bien el secuestro) a la locura de una persona, narrado visualmente de la forma más errónea, todo lo contrario que la reciente "Balada triste de trompeta". Cierto es que muchas imágenes se os quedarán grabadas en la retina (por desgracia). Asi que allá ustedes.

En vuestras manos encomiendo la decisión de que la veáis o no.