miércoles, 18 de mayo de 2011

El test de Rorschach





Sonó un trueno y, con la misma velocidad que el cielo se partía en dos yo me desperté de mi sueño. Alterado aún, tanteé con mis manos por encima de la mesa hasta que conseguí encender el flexo.
Todavía asustado me levanté a tomar un trago de agua. Definitivamente me tenía que comprar otra bata, esta me quedaba enana ya.
Estaba solo en casa, y como me había desvelado y los relámpagos no me iban a dejar dormir, me senté a leer el periódico del día, el cual no había tenido tiempo ni de ojear. Di con una noticia de la que no tenía conocimiento. Al parecer un asesino había matado a un turista en la ciudad. El cadáver había aparecido con las típicas manchas del test de Rorschach esparcidas por su cuerpo. Los psicólogos y psiquiatras opinaban que el asesino se trataba de un sujeto extraño y que sería difícil adjudicarle un patrón de conducta... a no ser que hubiera más víctimas.
Perturbado, volví a la habitación. Al lado del flexo estaba la foto de mi novia, Raquel, la única chica por la que de verdad había sentido amor verdadero.
De repente, se apagó la luz y me quedé en la más absoluta oscuridad, tan sólo alterada por el ir y venir de los relámpagos que, con la ayuda de las gotas de agua, proyectaban manchas como las del cadáver en las paredes de mi habitación.
Acto seguido, sonó la puerta y me quede paralizado. A los pocos segundos sonó más fuer...
¡Jorge! -gritó mi madre desde el salón- ¡Quieres marchar a clase, que quedan solo 10 minutos para que sean y media!
-Ya voy mamá... -suspiré mientras cerraba el libro.

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