miércoles, 15 de junio de 2011

Muñecas rusas

Aquí os dejo una experiencia onírica que he decidido pasar a relato, gracias a dios he podido recordar lo suficiente del sueño para poder plantearlo aquí con fidelidad, cosa que pocas veces ocurre. Espero que os guste Charloteros:




Sin duda aquella noche de fiesta había sido inolvidable, había bebido, bailado y, sobre todo, reído. Aquella noche mis posaderas, mi costado y, por qué no, mi desorientada cabeza tendrían reposo en la casa de mi abuela. Las luces de las farolas me indicaban el camino, aunque veía su haz de luz más difuso de lo normal. ---Maldito ron -me dije-. Ya no volveré a ver.
Creo que era la decimoquinta vez que me decía esas palabras...¿o ya iba por las veinte?
En estos intimismos estaba yo cuando llegué a la puerta del portal. Para mi sorpresa abrí la puerta a la primera y comencé a subir por las escaleras, a las que tuve que prestar mis cinco sentidos para que no se movieran del sitio. Ya en el rellano, tome aire y me di un par de tortas, total, mi abuela podría no haberse dormido aún y no había que dar mala presencia. Abrí la puerta, de nuevo a la primera.
-Debería entrar esto en el Guinnes de los Récords -pensé.
Como había predicho, mi abuela estaba durmiendo en el salón, tapada con su manda. En la tele ya estaba la teletienda. De repente se me vino a la cabeza la frasecita de la batamanta que decía: abracadabra, tápate guarra. El problema es que lo dije en alto y me empecé a reír en medio del salón, lo cual hizo despertar a mi abuela. Creo que la idea de pasar por sobrio no iba a resultar ya efectiva.
Por suerte, mi abuela, que a esas horas ya no coordinaba, no se dio cuenta de que llevaba un par de cubatas de más y me hizo sentar en el orejero. Me empezó a preguntar que si había ligado, cuando sabe que tengo novia desde hace más de un año; según ella "hay que estar con todas y con ninguna". De repente a la mujer le dio por preguntarle a un tal Roberto que que tal la noche. Yo al principio achaqué la pregunta de mi abuela a mi propio sueño o a que a ella se le habían quedado las preguntas almacenadas en la memoria a corto plazo de la Salsa Rosa; pero no, de repente una voz sonó de detrás de mí.
Junto al sillón estaba mi compañero de clase Roberto, al cual hacía que no veía varios días y con el que, por supuesto, no había salido. En ese momento todo se congeló, como en las películas, y me levanté del asiento mientras todo permanecía quieto, fue entonces cuando comenzó mi divagación:
-No es posible que Roberto esté aquí, pues no he salido con él y hace días que no lo veo, además, que coño, nadie ha venido conmigo. Debo estar soñando.
De repente, una fuerza me agarró por el cogote y desaparecí de allí... fundí a negro para esperar ver los créditos de una película que no llegaron.
Tras un largo silencio en la oscuridad me encontré echado en lo que parecía un sofá, pero con una peculiaridad: no podía moverme ni un ápice, tan sólo mis globos oculares lo podían hacer. De imprevisto, el sofá se transformó en una superficie más grande y mullida, como una cama, pero no pude deducirlo con certeza pues seguía en tinieblas y sin poder moverme. A los pocos segundos la supuesta cama se transformó de nuevo en sofá.
Tras un prolongado silencio se empezó a escuchar un ruido, que agudizando mi oído pude asignar a una respiración. Aquella respiración se fue incrementando, es más, cada vez se asemejaba a un jadeo. Me entró el miedo, seguía sin poder moverme, no veía nada y algo se estaba acercando.
Aquel jadeo no era un jadeo normal, parecía como el gemido de una persona a la que han rajado el cuello y el aire no llega a los pulmones por que campa libre a través de la tráquea quebrada. Me vino a la cabeza la imagen de una bestia con los ojos inyectados en sangre y el miedo aumentó. Quise gritar, pero mis dientes estaban pegados y, al hacer fuerza, se estiraban y agrietaban, como si fueran caramelo derretido.
Por fin mis extremidades superiores empezaron a responder vagamente, lo suficiente como para comprobar que mis manos se habían transformado en hoces como las usadas por Panoramix. El sonido acongojante estaba ya detrás de mí cuando el tiempo se volvió a congelar. Pude volver a moverme y mis dientes volvieron a su tamaño normal.
-Bueno, ya valió la bobada... lo primero ¿como voy a tener cuchillas en vez de manos? Creo que mi afición por Lobezno se ha pasado de la raya. Debo estar soñando pero... ¿un sueño dentro de un sueño?
De nuevo aquella fuerza extraña me abdujo y caí por fin en mi cama a tiempo de oír el reloj que me avisaba para ir a clase...


A lo mejor eran mejor las manos como hoces...

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