David miró el
machete, que goteaba aún sangre de manera animada. La sangre pertenecía a
Estrella, cuya cabeza colgaba de su cuerpo. David lloraba, y las náuseas poco a
poco comenzaban a adueñarse de él.
-Bien, bien… pero te dije que
mataras a la otra, a la poli –apuntó Mantis.
-¡Bueno, que coño importa!
-No… no, ahora la matarás a ella
también.
Sara lloraba, algún pelo caía por
delante de su cara, a penas veía, tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Ya
no tenía fuerzas ni para intentar soltarse de aquella silla. David estaba
delante de ella, con el machete… aún no se había decidido.
-Cuento hasta diez –apremió Mantis.
“No puedo, no quiero”, se decía una
y otra vez David así mismo mientras miraba su arma.
-Ocho.
“¿Qué hago?”
-Seis.
David levantó el machete… Sara
agachó la cabeza.
“Yo no soy así, no puedo hacer esto”
-Tres
David descargó con fuerza el
machete, pero antes de clavarlo en la cabeza de Sara, se giró y atacó a Mantis,
el cual, a pesar de dar un salto hacia atrás y esquivarlo, se llevó un ligero
corte en el muslo derecho, que empezó a sangrar.
-Son inocentes, Mantis. Quédate tú
todo el dinero.
-No, tú te quedas.
Mantis miró hacia su derecha, sobre
una cómoda reposaba una pequeña hacha de carnicero, se abalanzó a por ella.
David intentó que no lo cogiera, pero su machete se clavó en el mueble, el cual
tuvo que dejar allí para evitar ser decapitado por un rápido estoque de Mantis.
Rápidamente, David huyó de la habitación.
18: 52 Hospital Provincial
Carlos entró en la sala de la UCI,
Tomás ya estaba consciente, pero aún no le habían subido a planta, a espera de
unas pruebas que aún no tenían resultado.
El escritor se quedó de pie al lado
de la cama, Tomás estaba visiblemente exhausto. Ninguno decía nada, en la
habitación sólo se oía la respiración pausada de Tomás, asistida por unas gafas
nasales.
Era extraño, aquel lugar era
lúgubre, todas las cosas de la habitación, hasta los guantes de látex,
resultaban intimidatorios… todo parecía estar desaturado, gris, pero era en el
único sitio que a Carlos por fin le invadía una sensación de felicidad.
Tras unos minutos de complicidad,
Tomás por fin separó los labios.
-Gracias.
Carlos sonrió y asintió levemente
con la cabeza.
-¿Se sabe algo de Sara?
-No… fuera me han comentado que
ahora lleva el asunto un tal Ángel.
-Sara y Ángel son novios.
18: 53 San Cebrián de Castro
Ángel entró en el pueblo despacio,
mirando cualquier indicio que le pudiera llevar hasta el Clio.
No quería meterse en el núcleo del
pueblo, si los sospechosos se habían ocultado estarían en alguna casa del
perímetro.
Una pelota se cruzó en la carretera,
pero Ángel iba mirando a un lado y no se percató de ello, por suerte, los
ladridos de un perro labrador le alertaron y dio un frenazo brusco. Delante del
coche, un niño pequeño recogía una pelota, la mirada fulminante de su madre
hizo que Ángel agachara la cabeza hasta que el niño volvió con su madre.
Miró con detenimiento a su alrededor
e intentó escuchar algo extraño… pero nada, su cabeza le hacía oír cosas
inexistentes, pero él sabía que allí, por desgracia no había nada.
Metió primera y siguió con su camino.
18:54 San Cebrián de Castro
David corrió escaleras abajo, Mantis
le seguía de cerca. David llegó a la puerta de salida, pero mientras quitaba el
cerrojo, Mantis llegó hasta él y le asestó un golpe con el hacha en el hombro
derecho, que llegó hasta la clavícula. David gritó, y antes de que pudiera
golpearle de nuevo, le embistió y huyó escaleras arriba de nuevo.
Entró en una de las habitaciones y
comenzó a abrir la ventana. Mantis llegó hasta el umbral de la puerta.
-Mátala, es la última oportunidad.
David continúo abriendo la ventana.
-Bien, tú lo has querido así. Una
lástima que no te esté grabando.
Mantis levantó el hacha y corrió
hacia David que, en el último momento se apartó y empujó a Mantis contra la
ventana, que rompió el cristal y cayó hacia el jardín, dando con su cabeza en
un banco de piedra.
David se asustó, y comenzó a respirar muy fuerte. La mujer de
enfrente que había visto antes había visto todo, y de repente salió corriendo.
Se retiró de la ventana, pero, al
darse media vuelta, Sara estaba bajo la puerta, armada con el machete que había
segado la vida de Estrella minutos atrás.
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