domingo, 8 de noviembre de 2015

VIVIR Y MORIR EN ZAMORA XXX


David miró el machete, que goteaba aún sangre de manera animada. La sangre pertenecía a Estrella, cuya cabeza colgaba de su cuerpo. David lloraba, y las náuseas poco a poco comenzaban a adueñarse de él.
            -Bien, bien… pero te dije que mataras a la otra, a la poli –apuntó Mantis.
            -¡Bueno, que coño importa!
            -No… no, ahora la matarás a ella también.   
            Sara lloraba, algún pelo caía por delante de su cara, a penas veía, tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Ya no tenía fuerzas ni para intentar soltarse de aquella silla. David estaba delante de ella, con el machete… aún no se había decidido.
            -Cuento hasta diez –apremió Mantis.
            “No puedo, no quiero”, se decía una y otra vez David así mismo mientras miraba su arma.
            -Ocho.
            “¿Qué hago?”
            -Seis.
            David levantó el machete… Sara agachó la cabeza.
            “Yo no soy así, no puedo hacer esto”
            -Tres
            David descargó con fuerza el machete, pero antes de clavarlo en la cabeza de Sara, se giró y atacó a Mantis, el cual, a pesar de dar un salto hacia atrás y esquivarlo, se llevó un ligero corte en el muslo derecho, que empezó a sangrar.
            -Son inocentes, Mantis. Quédate tú todo el dinero.
            -No, tú te quedas.
            Mantis miró hacia su derecha, sobre una cómoda reposaba una pequeña hacha de carnicero, se abalanzó a por ella. David intentó que no lo cogiera, pero su machete se clavó en el mueble, el cual tuvo que dejar allí para evitar ser decapitado por un rápido estoque de Mantis. Rápidamente, David huyó de la habitación.


18: 52 Hospital Provincial

            Carlos entró en la sala de la UCI, Tomás ya estaba consciente, pero aún no le habían subido a planta, a espera de unas pruebas que aún no tenían resultado.
            El escritor se quedó de pie al lado de la cama, Tomás estaba visiblemente exhausto. Ninguno decía nada, en la habitación sólo se oía la respiración pausada de Tomás, asistida por unas gafas nasales.
            Era extraño, aquel lugar era lúgubre, todas las cosas de la habitación, hasta los guantes de látex, resultaban intimidatorios… todo parecía estar desaturado, gris, pero era en el único sitio que a Carlos por fin le invadía una sensación de felicidad.
            Tras unos minutos de complicidad, Tomás por fin separó los labios.
            -Gracias.
            Carlos sonrió y asintió levemente con la cabeza.
            -¿Se sabe algo de Sara?
            -No… fuera me han comentado que ahora lleva el asunto un tal Ángel.
            -Sara y Ángel son novios.



18: 53 San Cebrián de Castro

            Ángel entró en el pueblo despacio, mirando cualquier indicio que le pudiera llevar hasta el Clio.
            No quería meterse en el núcleo del pueblo, si los sospechosos se habían ocultado estarían en alguna casa del perímetro.
            Una pelota se cruzó en la carretera, pero Ángel iba mirando a un lado y no se percató de ello, por suerte, los ladridos de un perro labrador le alertaron y dio un frenazo brusco. Delante del coche, un niño pequeño recogía una pelota, la mirada fulminante de su madre hizo que Ángel agachara la cabeza hasta que el niño volvió con su madre.
            Miró con detenimiento a su alrededor e intentó escuchar algo extraño… pero nada, su cabeza le hacía oír cosas inexistentes, pero él sabía que allí, por desgracia no había nada.
            Metió primera y siguió con su camino.

18:54 San Cebrián de Castro

            David corrió escaleras abajo, Mantis le seguía de cerca. David llegó a la puerta de salida, pero mientras quitaba el cerrojo, Mantis llegó hasta él y le asestó un golpe con el hacha en el hombro derecho, que llegó hasta la clavícula. David gritó, y antes de que pudiera golpearle de nuevo, le embistió y huyó escaleras arriba de nuevo.
            Entró en una de las habitaciones y comenzó a abrir la ventana. Mantis llegó hasta el umbral de la puerta.
            -Mátala, es la última oportunidad.
            David continúo abriendo la ventana.
            -Bien, tú lo has querido así. Una lástima que no te esté grabando.
            Mantis levantó el hacha y corrió hacia David que, en el último momento se apartó y empujó a Mantis contra la ventana, que rompió el cristal y cayó hacia el jardín, dando con su cabeza en un banco de piedra.
            David se asustó,  y comenzó a respirar muy fuerte. La mujer de enfrente que había visto antes había visto todo, y de repente salió corriendo.

            Se retiró de la ventana, pero, al darse media vuelta, Sara estaba bajo la puerta, armada con el machete que había segado la vida de Estrella minutos atrás.

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