viernes, 20 de julio de 2012

Batman: La leyenda renace





Don Quijote salió una buena mañana de casa, pasaron los días, venció a su manera, se retiró a su manera también, se sentó en su sillón y le creció la barba, entonces, con renovadas fuerzas, volvió a salir: por mis santos cojones –diría él si no hubieran estado sus palabras a merced de Don Cervantes.
            ¿Qué motivó al Quijote para seguir adelante en sus andanzas? ¿Qué motiva a Batman para seguir dándose de bruces contra ese molino inamovible?
            Supongo, y creo no equivocarme, que las ganas que mueven a Bruce Wayne no son otras que las de dar ejemplo, y dar la cara por quién tiene miedo o no le da la gana hacerlo, al fin y al cabo ¿Qué es un héroe si no un estandarte?
            Detrás de nuestro Quijote hay también un Sancho Panza, en este caso el teniente Gordon (Gary Oldman), que como el antiguo escudero, no es capaz de entender a su compañero y no le queda más remedio que seguirle a la zaga, aunque no se plantea en ningún momento despegarse de su triste figura.
            Batman no se puede considerar un panfleto político, no hace más que retratar una realidad que vivimos día a día pero en clave de cine, algo que El Dictador de Sacha Baron Cohen sólo logra en sus últimos cinco minutos.
            Y como realidad que es, Batman se nos presenta esta vez como una persona débil, alguien que ha perdido por segunda vez lo que más ha querido y que está cansado de luchar, pero ahí está su amigo Alfred (Michael Caine), además de mayordomo, padre (¿o quizás abuelo?) para devolver las fuerzas a su héroe a cambio de un alto precio, pero que sirve de detonante sin duda alguna para esta película. Don Quijote se vuelve a montar en un Rocinante que prevé que la cosa no puede ir sino a peor, y más sin tener su amo tener detrás a su fiel guardaespaldas.
            Gotham, tan oscura como siempre en un principio, nos presenta una sociedad post 11 S, con miedo, con la cabeza gacha por lo que pueda pasar, incluyendo de esta forma también a los maleantes de poca monta. Pero, dadas las circunstancias, abandona las calles oscuras, solitarias y humeantes y se abre a cielo abierto, se reconocen las caras y todo el mundo se enfrenta a sus miedos, no queda otra, la ciudad se encuentra de bruces contra su propio genocidio… ¿no os recuerda esto mismo a la Europa de nuestros días? Esta tercera parte de Batman admite muchas lecturas y, una de ellas, la que dormita tras la trama principal, es la política.
            Por vez primera, Batman se encuentra con un rival de su condición, pero que le gana en algo: no se esconde tras una máscara, no le tiene miedo a nada. Aunque si bien es cierto que Bane (Tom Hardy) supera la prueba de malo malísimo, la sombra del Jocker es alargada, y muchas líneas de diálogo parecen pensadas más para el malévolo payaso que para este tanque de máscara con altavoz. Sin duda alguna, si el mejor Jocker de todos los tiempos no hubiera desaparecido, Bane no sería más que un lugarteniente. Este dato va en contra de la peli, porque el propio carácter del antihéroe hace todo más predecible; con el Jocker podía pasar cualquier cosa.
            Se nos presenta también, en tierra de nadie, Catwoman (Anne Hathaway), mucho más cerebral que las anteriores y con unos movimientos mucho más sensuales, pero que no encuentra el tono perfecto pasado unos minutos del metraje, el cual, por cierto, es excesivo en algunos momentos.
            Y ahora vamos con el peso gordo: Batman. Christian Bale nos lo da todo en esta ¿última? entrega, en ésta última traca final de Nolan, y su arco de transformación inunda todo el metraje, por muchas tramas que se crucen en pantalla todos quieren saber que pasa con Batman. Y es que nuestro querido hombre murciélago llega a estar sumido en la oscuridad total, de espaldas al mundo. Pero llegados al clímax del personaje, una llama se prende, Bruce comienza a ver sombras, se alza y comienza a salir de su propia caverna.
            Como broche final, aparece el personaje de Joseph Gordon Levitt un policía que al principio parece un secundario más pero que va cobrando forma a lo largo del metraje, un personaje complementario a Batman, que coge el testigo de Gary Oldman y que lleva una máscara más grande que la del murciélago durante toda la película, y que se nos plantea como pastor del rebaño de Gotham, el que deberá hacerla renacer de sus cenizas. Sin duda alguna, Levitt es la revelación del filme.
            Marion Cotillard está desaprovecha, pero no sirve sino para dar más consistencia al papel de Bane y, en esta entrega, bueno, en realidad en todas, Morgan Freeman, a pesar de su innegable talento, está a la zaga de Michael Caine.
            Las tramas se cruzan bajo un guión correctísimo que mantiene el suspense, una ciudad se construye debajo de la propia ciudad (¿un comienzo para “El Pingüino”?), y todos asistimos a este gran espectáculo guiados por la silenciosa y a la vez estruendosa banda sonora del siempre grande Hans Zimmer.
            Vemos como varias puertas se abren, pero tan sólo una se cierra, aunque siempre queda el agujero de la cerradura.
            ¿Nos encontramos ante un soberbio final o, por lo contrario, ante un gran prólogo? Sea como sea, Quijote se defiende bien, ya sea ante molinos, clérigos, cueros de vino o resquicios de espantapájaros.

            Una cosa está clara: Si Disney entretiene y Pixar educa y hace pensar, en este mundo, Batman es Toy Story y Los Vengadores son Los 101 Dálmatas.

Ustedes dirán.

3 comentarios:

  1. Las críticas que he leído, en general, la ponen bien, aunque en alguna de ellas que se detiene más en los detalles que en los fuegos artificiales, se señala que quizá abre demasiados frentes para no profundizar en ninguno o, al menos, en alguno de ellos.

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    1. Totalmente cierto, pero es que queda mucho Batman... Aunque creo que sino es con este equipo no merece la pena... Como muestra ahí está el nuevo Spider-Man

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  2. http://santiagogarciablog.blogspot.com.es/2012/07/the-dark-knight-rises-que-se-jodan.html

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