Lo afirmo con
resentimiento: es lo primero que veo de Haneke, pero supongo que al vivir en
Zamora y que algunas de sus producciones no han llegado, además de mi poca
costumbre, por no decir nula, de ver cine pirata, me habían impedido ver algo
de este director alemán en la gran pantalla, y que mejor forma de empezar una
relación que con “Amour”.
Godard y sus contemporáneos
afirmaban con criterio que los hermanos Lumiérè, ya en los inicios del cine,
sabían sacar el momento extraordinario dentro de acontecimientos ordinarios,
sabiendo exactamente cuándo empezar a rodar y cortar una escena, controlaban
cada fotograma de su bobina al dedillo.
Pues bien, en Amour, Haneke lleva
esto a su máxima expresión, la gente nace y muere, pero él lo ha sabido contar
de una manera tan realista, con unos diálogos tan naturales, que a veces
resulta hasta sobrecogedor, eliminando la pantalla del cine y hacernos sentir el
pesar de los protagonistas.
No contentos con ponernos en la piel
de la tristeza, el director coloca la cámara en unos encuadres en los que nos
resulta más fácil entrar en la historia, a veces incluso con la acción en otra
parte, acompañando a actores secundarios, en esas situaciones que no sabes
dónde meterte, intentando que nos sintamos intrusos y a la vez partícipes de
todo lo que está aconteciendo, porque todos sabemos de una forma u otra que
aquello es muy real y a todos nos puede ocurrir.
Cabe destacar también la ausencia de
música alguna en la película, tan sólo unos acordes de piano que están
incluidos en la propia película, el alemán quería una historia verdadera y como
todos bien sabemos, la vida no lleva incorporada banda sonora.
La actuación de Juan-Louis
Trintignant es muy buena, pero queda totalmente eclipsado por Emmanuelle Riva,
que deja muy por detrás al François Cluzet de “Intocable” e, incluso, al Sean
Penn de “Yo me llamo Sam”.
Y es que “Amour” nos habla
efectivamente de eso, de cómo sacrificar los últimos momentos de tu vida en
intentar hacer feliz los últimos momentos de otra, de una vida que ya se va por
la ventana, como el ánimo, que va y viene como una paloma, que escurridiza, no sabe
muy bien si quiere quedar o irse definitivamente.
Por cierto Manu, creo que Haneke es un tipo que siempre ha buscado el realismo (el trabajo de cámara parece directamente una invitación a los actores a llevar el peso de la película). Cómo te parece que resuelve los momentos oníricos (el sueño de Trintignant) y los momentos más líricos (la escena de la paloma)?
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EliminarEsta es una película de las que no acaban con el fundido a negro, es de las películas que te gustan si te gusta el cine, porque permite que pienses en ella durante días (como Holy Motors). El sueño no lo recuerdo mucho, pero el juego con la paloma me parece sublime, al menos yo lo entiendo como una representación de la vida, que primero intenta retener, pero que finalmente escapa por la ventana. Pero supongo que en este punto cada uno te dirá una cosa.
Saludos pingüino.