La persistencia retiniana es el fenómeno por el cual
el ojo deja de percibir las imágenes como independientes y les da una fluidez,
lo que crea el movimiento, que a su vez forma la mecánica básica del cine, y
esto es así desde que este se creó a finales del siglo XVIII, por mucha
tecnología que haya ahora, la magia que sigue creando el cine sigue siendo este
fallo físico humano, al igual que otro fallo posibilita el 3D, pero eso es otra
historia.
Según Plateau, el precursor de este descubrimiento,
son necesarias diez imágenes por segundo para crear este efecto, pero, ya en
los inicios del cine se usaban entre doce y dieciséis fotogramas por segundo
(también llamados más apropiadamente frames), esto, aparte del cine, tuvo sus
usos científicos, como fue el caso del caballo de Muybrige, cuyo propósito ni
más ni menos era saber si las patas de un caballo se mantenían todas en el aire
en algún momento del galope, fijo que alguno de ustedes sigue pensando que no.
Pero esta cadencia no es suficiente para crear una
fluidez natural en el movimiento, de hecho todas las películas de principios
del XIX nos dan esa sensación de cámara rápida.
No fue hasta el final de la etapa muda entorno a
1930 cuando se pasó a los actuales veinticuatro fotogramas por segundo,
veinticinco en el caso la televisión, pero eso ya tiene más que ver por la
transmisión eléctrica y es una cosa aburrida que, espero, no tengáis que
aprender nunca.
Como podéis ver la hegemonía de este mecanismo no se
ha visto perturbada hasta la aparición de "El Hobbit" que ha
propuesto pasar al doble de cadencia de imágenes, es decir, a cuarenta y ocho
fotogramas por segundo, aunque esto, en el mundo del videojuego no es nada
nuevo, ya que algunos van a más de cien fotogramas por segundo, pero al ser
imagen digital, es otra cosa.
A quién pueda quedarle dudas este nuevo avance yo le
animo a probarlo, hay diferencias, y la textura de imagen que había con
veinticuatro fps se pierde, pero para películas de este tipo donde premia la espectacularidad
y se hace una oda a los movimientos de cámara y a la épica, los cuarenta y ocho
fotogramas por segundo ofrecen un auténtico lavado de cara al cine y, creo que
no me confundo afirmando que esto ha llegado y se va a quedar aquí, aunque exige
unos minutos iniciales a nuestros ojos para acostumbrarse, qué menos, ¡llevamos
casi un siglo viendo cine de la misma forma!
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