viernes, 31 de diciembre de 2010
Las 13 uvas
Llevaba años queriendo hacer eso: tomar las uvas en la puerta del Sol.
La decisión no es que hubiera sentado muy bien en mi familia, ya que toda vivía en Jaén y no querían que me alejara en un día tan especial, pero gracias a la Universidad había conocido gente de Madrid y no había dudado en aprovechar una oferta para tomar las uvas en un lugar tan emblemático.
Mis amigos y yo llegamos a la puerta a las diez y media de la noche, con la comida aún a medio masticas, pero coger sitio cerca de la puerta exigía tal sacrificio.
El jolgorio y la alegría se respiraba por doquier, y hablar con la gente era imposible al no ser que te acercaras a dos palmos de su cara.
Cerca, en el alto, estaban los lugares en los que estaban atrincherados los presentadores de televisión que daban la entrada al nuevo año a toda españa. Añoré el estar con mi familia y ver a Ramonchu dar el feliz año a toda la penínsulaon con su capa puesta.
Con algo de frío en las manos, pues se me habían olvidado los guantes, saqué de mi bolsillo mi pequeño paquete con trece uvas, si, con trece, ¿que número podía ser más indicado para dar la buena suerte como el número maldito?. Aquello requería que fuera más aprisa, pero lo llevaba haciendo ya unos años, asi que ya estaba acostumbrada. Se acercaban los cuartos... y 1,2,3,4,5,6,7,8 y 9 (siempre me meto esas dos a la vez), 10,11,12,13 y ¡Feliz Añogg....
La décimo tercera uva se me quedó atascada en el esófago, reivindicando la mala suerte; mis pulmones empezaron a perder oxígeno y mis ojos empezaron a llorar, no podía hablar. Con una mano agarré fuertemente a uno de mis amigos, que se estaba empezando a abrazar con el resto de la gente allí presente, aunque a la mayoría no la conocía.
Enseguida su cara de alegría se transformó en sorpresa, y, con gran rapidez, se colocó detrás de mí e hizo que expulsara aquella decimotercera uva.
Tras toser unas cuantas veces le di las gracias, acompañándolo de un cariñoso beso en los labios que no significaba nada, sólo una eterna gratitud.
El siguiente año me pensaría seriamente saltarme la ley de las doce uvas.
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