lunes, 31 de enero de 2011

Puede ser mi gran noche




Con esto de la escritura visceral, me ha entrado el gusanillo de probar suerte, y dado que tengo que escribir un relato sobre San Valentín para un concurso, creo que es la ocasión perfecta; veamos que sale.


Me tuvo que salir santa mi novia; yo, un tío ateo hasta el tuetano me tuve que juntar con una meapilas, pero que se le va a hacer, en el fondo y la quiero y, en definitiva, mientras la chupe, no es problema, ni santa tampoco.
A raíz de esto, la tía siempre anda hablando de los mártires: que si son el ejemplo de la bondad, que si a ella le hubiera gustado ser una defensora del cristianismo en sus inicios... memeces. Es entonces, cuando empieza a hablar de estas cosas más de medio minuto, el momento en que desconecto mis oídos, no sin balbucir algo cada cierto tiempo, ¡no me vaya a quedar sin mi ración diaria!
Como es de suponer, sus padres son unos fachas de cojones y, durante las comidas, me rechinan los dientes cuando sueltan alguna frase del tipo ¡esto con Franco no pasaba! Mira que es gilipollas mi suegro, pero más lo es mi suegra, que no se da cuenta que gracias a su ideología se pasa barriendo y fregando todo el puto día.
Aunque parezca que tengo una vida que no me pertenece, tengo mi vía de escape: mi novela, que se titula "Catorce". En ella cuento la vida de un asesino en serie que cada año mata a una chica el catorce de Febrero, no sin antes haber follado con ella. Su seña de identidad es una caja de bombones; también se me ocurrió una carta del jocker, pero al parecer la idea ya está cogida.
La novela en sí está acabada, pero ninguna editorial la quiere, y no por que esté mal escrita, si no porque dicen que no parece creíble, que los asesinatos son infantiles y más falsos que una peli mala de serie B.
Así pues la he dejado aparcada cuanto tiempo he podido, pero esta vida que me atrapa me obliga a volver al teclado para evardirme, pero sin éxito; me estoy empezando a cabrear. Además, mi trabajo rutinario y soso me ocupa la mayoría del día yno ayuda, por lo que mi tiempo para escribir es exiguo, ínfimo, mínimo.
Las Navidades pasan para mí sin más, aunque bueno, mi novia se ha estirao y me ha comprado lo último de Rammstein. Yo me he sentido obligado a comprarle alguna cosilla también, poca cosa, esto del consumismo en la fiesta de Saturnalia no me convence una mierda.
Pasan los días y las palabras siguen sin fluír por mí, el cuchillo de mi asesino sigue siendo de mantequilla, y sus presas, aunque mueren, no gritan de horror, sino que se rien de tener un final tan penoso. Hay que poner solución al asunto.
Y por fin llegó mi fiesta favorita: San Valentín.... que me hace recordar mi trabajo incompleto, ya que mi novela, en definitiva, no es más que una crítica al consumismo galopante que sufre el mundo moderno en estos tiempos; pero como no consiga que salga a la luz, todo mi empeño será en vano. Que se le va a hacer, le tendré que hacer a mi novia su regalo más preciado. Todo sea por el arte.
De camino a su casa, paquete bajo el brazo compro una caja de bombones.
Cuando me abre la puerta y coje ilusionada la caja de colesterol, un sonido que debería ser estruendoso es apagado por el silenciador. Mi novia cae en el suelo a plomo; los pequeños pedazos de chocolate se desparraman por el parqué, algunos incluso sanguinolientos. De fondo suena: puede ser mi gran noche, de Rafael, quizás sirva para la novela.

Me detienen, pero ya he conseguido la inspiración que quería, y ella, al final, será mártir.

Soy feliz.

4 comentarios:

  1. Escalofriante, pero me ha encantado.
    El final es genial, aunque se podía prever, sigue pillando por sorpresa.
    Un excelente en la votación! :)

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  2. viva Saturnalia y Rammstein

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  3. gracias irene, una pena que me echaran del concurso, me gustaba el buen rollo (aparente) que había.

    Gracias por pasarte!

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  4. sobre todo rammstein

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